
De la mitología nórdica nos han llegado principalmente dos de sus dioses más famosos, Odín y
Thor quienes a veces convivían con los humanos, en la región de Midgard, la destinada a los
humanos. De los textos de la mitología escandinava nos han llegado mundos inhóspitos; climas
helados donde la barbarie hacía acto de presencia en cualquier momento, y donde dioses, gigantes de
hielo y humanos estaban en continuo enfrentamiento.
En las creencias escandinavas el Universo se sustentaba en un enorme fresno cuyo tronco era el que
unía ese mundo de dioses, gigantes, hombres y muertos: se trataba del Árbol del Mundo,
Yggdrasill, cuya fortuna era la que se reflejaba de las felicidades y los sufrimientos de sus
habitantes.
Yggdrasill existía incluso antes de la Creación del Mundo en la mitología escandinava, e incluso
perviviría tras el temido Ragnarok, pero durante toda su existencia tendría que sufrir una serie de
penalidades que lo ayudarían a proteger y alimentar al mundo gracias a su savia dulce y constante.
Pero el árbol del mundo no vivía sólo. En él vivían muchas criaturas mitológicas, como el águila
sabia que vivía en sus ramas y que tenía un halcón entre los ojos de nombre Vedrolnir. También una
serpiente que se movía entre sus raíces, idhogg; o una ardilla, conocida como Ratatosk, que subía
y bajaba de las ramas a las raíces para contar los insultos que se proferían entre sí el águila y la
serpiente. Dain, Dvalin, Duneyr y Durathor eran los cuatros ciervos que comían de sus brotes
tiernos…
Por su parte, las Nornas eran las encargadas de aliviar todos los pesares de Yggdrasill, regándolo con
agua de las fuentes de Urd así como con barro, siempre procurando de que el árbol no se secase.
Curiosamente, la historia de Yggdrasill no es sino el reflejo de la creencia que tenían antiguamente
los nórdicos en el poder de la Naturaleza, en la mágica existencia de los árboles y en la protección
que éstos les brindaban. Tanto era así que incluso existía la costumbre de plantar un árbol junto a
cada caso que reflejaba la prosperidad de la familia, de modo que cuanto más frondoso estuviera
mejor les iría, mientras que su desgracia se reflejaría en que el árbol se secase.
Incluso, la creencia de las funciones protectoras de estos árboles se reflejaba en las muchas ofrendas
que les rendían, como era la también costumbre de regar sus raíces con cerveza
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